Preparación Internacional de Jueces Españoles

Curso preparatorio de la exposición Ibérica 2.016 celebrado en Coimbra el 7 de noviembre 2.015.

Este fin de semana se ha celebrado el encuentro de Jueces Españoles y Portugueses en Coimbra, inicialmente estaba programado en las oficinas de la Federación portuguesa, pero por capacidad se ha hecho en el hotel Doña Inés, que prácticamente está al lado. Estupendo sitio y muy buena organización, mis felicitaciones a la Federación Portuguesa de Colombofilia por haberme brindado este privilegio, oportunidades cómo ésta no abundan y asistir a un curso de tan alto nivel actualmente es difícil.

Inauguró el Presidente de la Federación, y se procedió a desarrollar el programa previsto.

Dirigía el curso José María Gonsalves, ayudado por otros 3 componentes de la comisión de jueces, entre ellos el Sr. Capella, viejo conocido nuestro de los encuentros de jueces de años anteriores celebrados.

La Federación Portuguesa se volcó en la organización, y contamos en todo momento con la ayuda de su personal, asistieron 18 jueces Portugueses y un servidor, aparte de los componentes de la mesa, total 26 personas.

El presidente nos envía afectuosos saludos a toda la Federación Española.

En general, la problemática en Portugal es similar a la nuestra, críticas por falta de exposiciones en las que actuar, piden organizar más exposiciones, quejas por la designación de los jueces, todos quieren juzgar y no hay exposiciones para todos.

Al igual que hicimos en Tenerife, pedirán a la FCI dos técnicos para hacer un curso especializado, estupenda iniciativa, ya que en estos encuentros es donde más se aprende.

Ellos buscan la transmisión de los conocimientos científicos sobre el standard, para ello, cada juez que acude a un WORKSHOP de este tipo, presenta un trabajo sobre un tema determinado, y lo presenta en público, en ésta ocasión se han presentado 16 trabajos sobre el enjuiciamiento del standard, algunos de ellos de gran nivel.

Cada ponente lo expone y explica detalladamente, y se consigue un diálogo fluido en las exposiciones de los trabajos.

Para los casos prácticos, se contaba con las palomas del equipo olímpico, una gozada tener en las manos animales de tanto valor.


   
 

 

   

Detalle de la sala, y de la comida en la que tuve la suerte de compartir mesa con el Sr. Rui Emidio, del Algarve, experto organizador de derbys.

Agradecer a la Federación Portuguesa las atenciones recibidas y por haberme dado la oportunidad de asistir a este magnífico evento de tan alto nivel, que sin duda redundará en la calidad del enjuiciamiento de las palomas asistentes a la Exposición Ibérica de Huesca el próximo 13 de enero.

Jaime Ameller Pons Coimbra 8 noviembre 2.015


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 Preparación Internacional de Jueces Españoles

El descubrimiento

La vida nos ofrece en ocasiones instantes mágicos en los que descubrimos algo que desconocíamos. Adivinamos con estupor algo que hasta la fecha nos había sido vedado, o no habíamos sido capaces de ver cuando en realidad siempre estuvo ahí, delante de nuestras narices.

Recuerdo uno de mis viajes por Asia. En aquel en concreto atravesé fugazmente Laos. Fueron tan sólo unas horas. Parte del escaso tiempo que allí pasé lo hice esperando un autobús que más tarde me conduciría a Bangkok. En aquella improvisada estación de autobuses conocí a un joven monje. Estaba sentado frente a mí, e iniciamos espontáneamente una interesante conversación. Era un chico recién salido de la adolescencia, con la cabeza rapada como todos ellos y ataviado con el típico “uniforme” anaranjado que los monjes visten desde niños y que les acompaña el resto de su existencia.

Mi amigo acababa de descubrir que ya no quería ser lo que era. Detestaba lo que el destino había dibujado para él. Ser monje en estos países no se elige. Se impone. Tras confesarme su situación y las consecuencias de su condición, me confesó que estaba planeando su huida del país. Dialogamos un rato sobre aquello. Me interrogó sobre todo tipo de cuestiones sobre occidente. No era una decisión fácil desde luego. Sus ojos delataban sus pensamientos, pero la decisión estaba tomada. Era su descubrimiento.

En nuestro deporte los descubrimientos no abundan pero existen. Nos cuesta descubrirlos porque comenzamos amenazados con los prejuicios de muchos que ya están de vuelta y media de todo. El arte de descubrir exige atreverse, y no seguir exclusivamente los caminos que otros ya tomaron en el pasado. Indudablemente debe haber un equilibrio en ese camino.

Recientemente por accidente descubrí algo tan extraordinario que jamás soñé con descubrir y quiero compartirlo hoy con todos vosotros.

Antes de la revelación, un pequeño aperitivo para acomodarnos.

En más de un siglo de colombofilia no ha faltado en su maravilloso currículum un interminable torrente de pseudo descubrimientos, teorías de todo tipoy adheridos a ellas sus más acérrimos seguidores, protegiéndolas como guardianes adiestrados para la causa. Algunas tan descabelladas que insultan la inteligencia de cualquiera de nosotros. Otras basadas en conceptos más creíbles. Hay de todo. Reconozco que no soy creyente.

Las teorías responden a la necesidad humana de mesurarlo todo. Nuestra naturaleza nos impone ese peaje. La irremediable necesidad de distinguir las palomas buenas de las malas nos ha llevado a cometer verdaderas locuras durante décadas. Esa desbocada necesidad humana de acentuar qué es lo bueno sobre lo malo provoca que tratemos de hallar nuestra propia guía colombófila y olvidemos lo qué hace realmente especial a una paloma.

Las teorías son innumerables. Dadme tan sólo una parte de la anatomía de una paloma y alguien a bien seguro ya habrá edificado sobre esa pequeña porción del animal una pirámide del conocimiento.

Durante muchos años he escuchado y leído infinidad de ellas. Desde las más variopintas a las clásicas del ojo o del ala. Teorías que pasan a la posteridad de boca en boca, a otras que son plasmadas en libros al efecto.

Es indudable que una paloma debe reunir cualidades físicas para retos maratonianos, pero no es menos cierto que un corazón indomable rompe cualquier vaticinio. No, no es posible ver en una paloma más allá de lo que nos revela su mirada.

Ya sin más dilación os desvelo mi pequeño gran descubrimiento. Hace unos meses mantuve una serie de conversaciones con un colombófilo acérrimo seguidor de una serie de teorías que descifran la categoría de una paloma. Muy especialmente palomas que no eran conocidas por él. Está muy involucrado en el mundo de los derbis y se basa en ellas para escoger los pichones que envía a este tipo de eventos. Me las explicó detenidamente. Todas ellas, y aunque olvidadas en mi subconsciente, las conocía, porque salvo que a alguno se le ocurra inventar alguna nueva, las ya formuladas son todo menos un secreto. Me sorprendió el celo con el que las guardaba y también que alguien con éxito en ese tipo de eventos pudiera basarse en argumentos tan sumamente frágiles, pero me picó la curiosidad de lleno. Ésta es muy puñetera y como hice la primera vez que me revelaron algunas de estas teorías hace ya un par de lustros, me dirigí a mi palomar como un resorte a saciar mi renovado interés. Una vez allí, comencé a estudiar mis mejores voladoras, mis mejores reproductores, y traté de hacerlas pasar por el filtro de aquellas teorías. En el fondo estaba deseando que éstas fueran ciertas y confirmaran los resultados de aquellos animales, pero tras tomar en mis manos tres o cuatro palomas volví a la realidad ipso facto. Aquello no tenía ni pies ni cabeza. Se asemejaba más a la teoría del caos que a otra cosa. Demasiadas contradicciones.

Una lástima pensé, pues en el fondo sería francamente práctico tomar una paloma y determinar tras un breve estudio de 5, 6 segundos si aquella paloma era idónea para 500 Km o para 800 Km, si se convertiría en una formidable competidora o por el contrario en un magnífico reproductor. Afortunadamente la colombofilia carece de estas salsas.

Regresemos a mi descubrimiento. A pesar de mi inicial escepticismo mientras manoseaba palomas y más palomas tratando de corroborar alguna de aquellas confusas teorías, ya sin fe, como el que trata de reanimar a un muerto, casi por accidente, me percaté de algo que me había pasado inadvertido hasta ese día, pero que siempre estuvo allí presente ante mis ojos. No di crédito inicialmente, y rápidamente cogí más palomas para confirmar lo extraordinario de aquel descubrimiento. ¡No, no podía ser! Por casualidad acababa de descubrir una forma de catalogar palomas como buenas, malas o excepcionales en pocos segundos. ¿Cómo era aquello posible? Atentaba contra mi inteligencia y contra la lógica de las cosas, pero funcionaba. Quedé sorprendido, muy sorprendido, pero necesitaba confirmarlo cuanto antes. Todo resultaba contradictorio para mí. Mi escepticismo por este tipo de cosas se tambaleaba por momentos.

Llegados a este punto necesitaba visitar con urgencia a algún compañero para poner en práctica mi flamante teoría fuera de mis instalaciones con ejemplares que yo no conociera. Esa sería, sin duda, la prueba de fuego. Y así fue. Por el camino no dejaba de preguntarme si aquello realmente era posible. Debo confesaros que realicé dos visitas a dos colombófilos diferentes y mi % de acierto se aproximó al 100%. Alguna valoración no dio exactamente en la diana, pero una abrumadora mayoría dio en el clavo sin errores. Las personas a las que visité no daban crédito a mi ojo clínico, que ese día funcionó con precisión cuasi cirujana. Fui cauto y no di pistas de cómo lo hacía, pero me tomaron por brujo.

Tras meditarlo estas últimas semanas y como mi pasión colombófila no anda boyante, hoy he decidido algo inhabitual en nuestro pequeño mundo. Paso a revelaros mi descubrimiento. Algo así, debe conocerse.

Lo siento. Disculpadme si os he contrariado, lo lamento de verás. Sé que esperabais una nueva teoría para la colección y no un ejercicio de ironía. No, no creo en las teorías, ni en estériles descubrimientos. Si alguien descubriera algo realmente excepcional no formularía una teoría. Se lo quedaría para él. Eso no lo descarto.

La colombofilia en esencia es muy simple. Los fundamentos están todos inventados. Indudablemente ha habido avances en la alimentación, preparación de nuestros atletas, medicamentos, instalaciones y otras áreas pero sigue habiendo un abc para preparar palomas y no exige doctorarse en brujería. Tan sólo abrir los ojos y aprender a mirar de otra forma.

Las teorías colombófilas se formulan siempre con fines lucrativos, sin base real. El único fin de una teoría es vender palomas o buscar notoriedad no ganada en los campos de batalla. Una teoría podría dar cabida siendo muy generoso a una pequeña porción de la realidad, pero la resistencia, el coraje, la inteligencia o el corazón de una gran paloma son valores que resultan absolutamente determinantes y no admiten medidor alguno.

Amigos, sólo hay una teoría válida, y se llama selección en el vuelo. La búsqueda de todo colombófilo que se precie es una guerra individual, casi personal por conseguir animales excepcionales en la competición y poner a los mejores representantes en la reproducción con el objeto de reproducir copias iguales, semejantes e incluso superiores que sus antecesores. Y todo ello, únicamente la cesta ofrece la luz necesaria para obtener semejante botín. Disculpad el ejercicio de ironía de hoy. No hay magia, tan sólo SELECCIÓN. Ese es el gran descubrimiento que no debemos olvidar y sí perseguir.

Pablo Suárez Revuelta Descubre más cosas de Pablo en: elrincondepablo.com


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 El descubrimiento

La despedida

Todos esperábamos bajo aquel cielo de Marzo, era el día de la emoción, el día de la llegada. Todos los componentes del Club Colombófilo “La Estrella del Sur” estábamos esperando que llegaran las palomas mensajeras que habían sido soltadas a más de 500 kilómetros. El club cada año contrataba un camión, y este año las habían llevado nada menos que hasta la ciudad de Peniche, en Portugal, y desde allí fueron soltadas, en esa mañana de un día lluvioso.

Más tarde preguntamos al camionero qué había pasado, el hombre intentó justificarse diciendo que cinco minutos después de soltar las palomas, cuando aún se veía el parpadeo de sus alas en el aire, el cielo empezó a tronar y cayó una fuerte lluvia, tan seguida, que el limpiacristales del camión no tenía tiempo de despejar el agua para poder ver bien la carretera. Y así todo el recorrido hasta que llegó de vuelta. La lluvia constante le fue acompañando kilómetros y kilómetros.

Y ahí estaba yo también bajo la lluvia, esperando a mis palomas mensajeras, emocionado con el pensamiento de cómo esas aves con sus cuerpos pequeños tienen la maravillosa capacidad de volver a su casa, a su palomar, situado a cientos de kilómetros.

Claro está que pueden volver siempre que no haya alguna causa que se lo impida, tal como un halcón que les ataque, un cable del tendido eléctrico inadvertido con el crepúsculo, un dispara de un cazador… o una tremenda tormenta como la que ahora mismo estaba cayendo, con un cielo tan cerrado de nubes que a las palomas les era muy difícil de atravesar.

Mis temores se estaban cumpliendo, iba a ser prácticamente imposible que en este día cubierto de lluvia y de nubes llegará alguna.

Las horas iban basando y, a pesar de todo este desastre de nuestro campeonato, permanecía resignado a cubierto de la lluvia sentado en mi silla de finas tablas de madera, unas veces escrutaba el cielo gris por si aparecía una de mis palomas, otras descendía mi vista hasta el suelo y me entretenía viendo salpicar las gotas de lluvia que humedecían mis zapatos. Al rato, otra vez levantaba mi mirada hasta las nubes con la esperanza de ver llegar en ese preciso momento una paloma. Las hojas de los árboles rezumaban ya gotas de agua cristalina.

Por la tarde empezaron las llamadas de los demás socios del Club Colombófilo “La Estrella del Sur”, a nadie le habían llegado palomas, y todos preguntaban ansiosos lo mismo por teléfono:

“-¿Te ha llegado alguna-?”

El agua seguía cayendo, y en el cielo solo se veían los volúmenes opacos de las nubes que resaltaban desde un fondo gris tan oscuro que estaba cercano al negro.

“-No, todavía no me ha llegado ninguna.” Y con una esperanza, más por deseo que por convicción, les añadía: “-Pero tiene que llegar alguna.”

No lo creía. Si hubiese respondido con las manos y el rostro en contacto con la lluvia, la respuesta no hubiese sido esa. Lo tenían muy difícil, casi imposible. Tanta agua no les dejaría casi respirar. Y, ¿cómo podrían batir sus alas mojadas?

En esos pensamientos estaba cuando a lo lejos me pareció ver un leve punto que salía de las mismas nubes y que se agitaba en el cielo como los latidos de un corazón plateado.

Yo, que estaba sólo, me levanté de la silla y extendiendo mi brazo con el dedo señalando, como si me dirigiera a alguien, exclamé:

“-Es… ¡una paloma!”

Se fue acercando y agitó sus alas como un aire fresco en mi corazón. Llamé a mi mujer y la abracé llorando, “-¡Hemos ganado, hemos ganado, a nadie le ha llegado ninguna!”. Fue una emoción increíble, nunca había sentido nada igual.

La paloma llegó extenuada, y hasta que no pasó un rato no tuvo ganas de comer, la dejé tranquila y cuando por fin comió, me aproximé a ella y descubrí que no era mía.

No crean que lo que les voy a contar ahora es impostura, en absoluto: no me importó, y en vez de decepcionarme, sentí por aquella paloma admiración y cariño. Aquel día tan terrible, no llegó en toda la provincia más paloma que ella.

Los días sucesivos, cuando se calmó el temporal, fueron llegando, pero sólo ella, sin más pretensiones que su propio coraje, había desafiado semejante temporal y había vencido la tormenta, con un solo espectador casual y afortunado que el destino quiso que fuera yo.

Pasaron algunos días y mientras tanto mi nueva amiga, la campeona del temporal, iba reponiendo fuerzas en mi palomar.

Después de aquello, el primer día que les abrí la puerta del palomar para que volaran alrededor, era ya un día con sol. Mi nueva amiga salió la primera y yo con un pequeño sobresalto dije adiós. Ya no volverá. Y estuve nostálgico. Pero más tarde, cuando entraron todas, ella también estaba allí. Y así todos los días, ella salía la primera a volar con las demás y después volvía. Me sentía orgulloso de tener una paloma como ésa.

Un día de aquellos que abrí la puerta a las palomas para que fueran a volar, salieron todas menos ella, mi amiga, que se quedó un tiempo posada en la puerta mirándome. Lo comprendí. Comprendí que se despedía. Finalmente levantó el vuelo y ya nunca más volvió. Y no me importa confesar que se me cayó una lágrima y que nunca la olvidaré.

Antonio Rodríguez Parra.

Noviembre de 2001.

El relato La Despedida fue editado por su autor en noviembre de 2001. Tiene una dedicatoria a sus amigos colombófilos, a los que relaciona expresamente, amantes, -en sus palabras-, de las palomas mensajeras y de la sana emoción que hay entre la competencia de la preparación inteligente y sistemática y a veces también de la posibilidad remota de la imprevisible fortuna.

El autor tiene publicados tres libros de relatos, El Arte de Matar Dragones (1996), Cerdos Amaestrados (1998) y La Arena Amarilla (2002).


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 La despedida

De vuelta a la Meca

Nunca en mi vida hasta ahora, desde que soy colombófilo, había sentido las ganas de abandonar este deporte. He vivido durante más de dos décadas las competiciones colombófilas y el estudio de la paloma de una manera tan intensa y permanente que nada fuera de eso es capaz de contentar mi propio ego, teniendo por momentos sentimientos encontrados que me hacen no tener ni ganas de entrar al palomar. Es entonces cuando se plantea en mi cabeza la idea de abandonar o no definitivamente este deporte, pero esta difícil decisión no debe ser adoptada sin someter a mi conciencia a un último examen. Lo primero que debo hacer es colocar en la balanza todo aquello bueno y malo que se perderá o llegará en ausencia de este deporte, valorar el patrimonio que uno mismo ha creado de la sangre de sus palomas a base de sudor y lágrimas, habiendo dejado en el palomar una buena parte de mi existencia y por encima de todo y de todos… los lazos de unión entre hombres que llevan compartiendo juntos este deporte con la misma ilusión y sentimientos encontrados de alegría y tristeza.

(Antonio Lago (“el Barbas”), Fernando de la Fuente y Baliño disfrutando de una animada charla colombófila)

Yo siempre he sido persona de volver al pasado a través de mi recuerdo para intentar tomar correctamente las decisiones a las que uno mismo se enfrenta y que me ayudan a resolver la dura ecuación que significa la vida, cuya resultante más preciada es la de tener salud y ser feliz. Para ello se me plantea casi siempre la misma pregunta…que camino deberé coger?

Este afán de retroceder a mis orígenes y revivir tiempos pasados para lograr tomar la decisión correcta en la vida, me lleva recientemente una vez más hasta Vigo, cuna de la colombofilia gallega, a casa de mi entrañable amigo Antonio Lago Vila, o el “Barbas”, que es como se le conoce popularmente por estas tierras, donde he pasado un fin de semana increíble y pleno de colombofilia pura que me ha devuelto de manera ilusionante las ganas por seguir practicando este deporte tan intensamente como siempre.

El “Barbas” por fin este año ha demostrado su potencial colombófilo tapando numerosas bocas que opinaban que ya era un palomar acabado, al marcar 4 de 7 palomas enviadas a Lloret de Mar (960 km), haciendo 1º y 2º de Galicia en la citada prueba.

El palomar de Baliño siempre reluciente como un coral

Llevo muchos años visitando el palomar de Antonio y desde hace tiempo no veía la calidad y salud de las palomas que actualmente tiene en su colonia. Después de tener que abandonar la preciada reproducción que poseía antiguamente, por diferentes circunstancias que no supo solucionar en su momento, ha vuelto al Top con una buena mano de “rodados” de auténtica calidad, que certifican un futuro mágico para mi entrañable amigo.

Por su puesto no podía faltar la merecida visita a mi otro amigo “Baliño”, con su residencia y palomar a escasos metros del primero. El caso de Baliño es similar en resultado al que padecía Antonio hasta hace poco pero diferente en la base, es decir, este hombre sigue teniendo unas palomas extraordinarias pero los resultados no acaban de volver a lo que eran antaño…. yo siempre le digo “Baliño con estas palomas yo hago bolillos”… es tremendamente difícil tener una similitud tan grande en el estereotipo y calidad de sus palomas y que sea tan continua en el tiempo como lo es en su caso…, simplemente palomas increíbles. Sobre el palomar y cuidados, sobran las palabras y siempre que he acudido a su casa y sin avisar me he encontrado sus instalaciones relucientes como un palomar recién construido, no tengo palabras para describir lo que siento cada vez que le visito…. Impresionante!!!.

Impresionantes azules de Baliño….todos muy parecidos

La 1ª paloma gallega desde Lloret de Mar 2013, propiedad del Barbas, es una hembra nacida en casa de Baliño y que de pichón se llevó Antonio. Esta paloma que ahora generosamente Antonio devolverá a su amigo Baliño para que forme parte del cuadro reproductor es hija de un triángulo del “Ulises” de Camilo Pereiro y una hembra nacida en mi casa (Familia de la Fuente), nieta de mi famosa pareja de rodados Maravillas x 24238-01 (hija de mi campeón). Una tónica muy habitual de los últimos tiempos… palomas que llevan sangre de mi casa hacen en otros palomares primeros premios de Galicia de gran fondo (fruto de la casualidad y de mi empeño por unas determinadas palomas). Hace unos meses me he llevado la mayor alegría de los últimos años cuando el Barbas me comunica, recién llegada la paloma desde Lloret, la procedencia de la misma justo un minuto después de ser comprobada.

1ª de Galicia Lloret de Mar 2013 de Antonio Lago Vila

El sábado por la noche Antonio y yo cenamos en compañía de Alfonso Pozaco y Raúl Rodríguez Castro (Subcampeón gallego de gran Fondo y Campeón gallego de Marathón 2013) y luego del merecido banquete (a base de bacalao y otros, entre ellos se encontraba D. Álvaro, el mejor vino blanco que existe en el mundo) no dejé de aprovechar la oportunidad de visitar otro de los mejores palomares gallegos de gran fondo del momento, ni aunque el reloj marcara una hora inadecuada y nada prudente para ponerse a manipular palomas.

El palomar de Raúl es otro palomar con pocas palomas y bien manejadas, no sé porque me da que esta ya es la única manera de dejarme impresionado, a diferencia de cuando era más chico e inexperto, que me dejaba impresionar más por la cantidad (esta enfermedad la tienen muchos de aquí y allá). Destacaría por encima de todo y de todos la paloma subcampeona gallega de gran fondo y campeona gallega de marathón de Raúl, una hembra yearling que en las manos no es más que un saquito de hueso y plumas….típica paloma campeona en temporadas calamitosas. Esta paloma azul lleva también un 25% de sangre Familia de la Fuente y también es bisnieta de mi pareja de rodados Maravillas x 24238-01 (hija de mi campeón). El resto de la genética es cosa propia de Vigo (palomas de las de siempre) en donde tiene mucho que ver el veterano colombófilo ya retirado Isaac Fernández Panete a través de Alfonso Pozaco que es quien cultiva estas palomas.

Subcampeona de Galicia de Gran Fondo y Campeona de Galicia Marathón 2013 de Raúl Rodríguez Castro

La primera de Lloret de Mar 2013 del Barbas y la campeona de Raúl son palomas completamente diferentes al ojo y a la mano, pero coinciden plenamente en sus ambas corrientes sanguíneas, por su puesto la que tiene que ver con lo que yo cultivo y por otro lado, con las palomas de siempre de Vigo, porque si empezamos a rascar y retroceder en los pedigríes encontraremos no tan lejos las míticas palomas del que ha sido y es (bajo mi criterio y el de muchos) el campeón de campeones de la colombofilia viguesa….D. José Pérez Villar.

Ya el Domingo no quería perder la oportunidad de visitar al amigo Pedro García Díaz, quién aún siendo un colombófilo venido de tierras andaluzas posee, bajo mi criterio, uno de los más apreciados cuadros reproductores de esas palomas de la vieja escuela que a mí tanto me entusiasman. Otro palomar impresionante, no por sus instalaciones, que también lo son, si no por el tesoro que esconden en su interior. Gracias Pedro por hacerme disfrutar a través de todos mis sentidos….impresionante también.

Por la tarde y como despedida no podía faltar la tertulia colombófila en la terraza del bar del puente, enfrente a casa del Barbas, solo echamos en falta por momentos la ausencia de nuestro querido amigo ya desaparecido Antonio “El Rubio” que con seguridad desde algún sitio fue capaz de oír nuestras “paridas” una vez más. En esta terraza (foto portada de este artículo) vivimos tardes de tertulia colombófila, discusión y situaciones que jamás uno olvidará en la vida.

El palomar del Barbas, vista desde el puente

Quiero agradecer a este puñado de hombres la atención y amistad que me ofrecen desde hace ya muchos años y por haberme devuelto la ilusión de esta manera tan grande. Desde mi regreso me he puesto en marcha para preparar la próxima temporada de competición y de cría, ambas disciplinas me apasionan por igual en la actualidad, por tener el reto de proseguir un camino en el que llevo dedicado gran tiempo de mi vida. Ya me he ocupado este pasado fin de semana de preparar adecuadamente el palomar para atender mis exigencias, tal como podéis ver ya todo está listo para comenzar.

Departamento para machos, recién renovado. Familia de la Fuente. Yo a lo mío…..como siempre.

Nando de la Fuente


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 De vuelta a la Meca

El círculo de la amistad

Con motivo del arranque de la revista digital de la Federación, “en forma”, os esbozaba en su primer número la mirada diferente que aporta un novato a este deporte. Tras aquel escrito, días después y por pura inercia, redacté unas líneas relacionadas con lo mismo. No rondaba por mi cabeza el publicarlo aquí, y no quiero daros la brasa con el mismo tema o similar, pero una vez transcurridas unas semanas y pensando sobre ello, he decidido finiquitarlo como segunda y última parte. Prometo que si vuelvo a colaborar con esta revista me centraré en temas más tangibles.

Así que como complemento a aquel primer escrito, os desarrollo en los siguientes párrafos mi pensamiento sobre esa irremediable pérdida y su vinculación con la amistad.

Cuando ya llevas unas cuantas lunas conviviendo con estos animales y sus propietarios, llega un momento en el que cabe la posibilidad de perder cierta frescura en tus ideas, y que la llama de tu ilusión parpadeé por momentos. En ese instante de zozobra es cuando nuestra afición debe estar sustentada sobre otros pilares más sólidos.

Personalmente mantengo contacto con muchos colombófilos dispersos en la inmensa geografía que abraza el mundo. Gente de lo más interesante. Lógicamente tan sólo conecto en una relación más estrecha con unos pocos, pero el intercambio en general enriquece sin límites.

El colombófilo tiende a vivir su afición individualmente y en cierto modo aislado de lo que le rodea en su mundo cercano, pero en cambio se aviene mejor con colombófilos alejados de su geografía más próxima. ¿La razón? El desgaste, estériles disputas, miedos, la competición probablemente. Las estúpidas envidias porque no decirlo. Desconozco el origen de dicho comportamiento pero los observo a menudo y de hecho lo he experimentado en mis propias carnes.

Supongo que en realidad hablamos de la naturaleza humana.

Una razón probable es que en nuestro mundo cercano interrelacionamos con tan sólo unos pocos, y en cambio las paredes de un mundo colombófilo cada vez más globalizado son inimaginables. Nuestra alma gemela no necesariamente está a la vuelta de la esquina. Quiero creer que es eso.

En este punto debo admitir que la figura de Carlos Márquez Prats me aportaba esa energía especial. Una luz, una ilusión permanente. Me irradiaba magia. Sus llamadas telefónicas eran bocanadas de aire fresco en el crecimiento de mi espíritu colombófilo. Desde hace ya algún tiempo noto esa ausencia más que nunca. Los que le conocisteis sabréis perfectamente de que hablo. En realidad esos vínculos son necesarios para que la llama de la colombofilia perdure.

Dos grandes de este deporte, Andre Lietaer y Carlos Márquez.

Tuve un contacto muy estrecho con él, pero en los últimos tiempos ya no se trataba de aprender sino de compartir. En ese sentido hace ya bastante tiempo que decidí no aprender más. Y aunque pueda parecer un osado ejercicio de vanidad, no es ni por asomo ese el origen de tal comportamiento. La colombofilia es un arte en el que bailan muchos factores pero uno debe centrarse en los básicos, en los que realmente son importantes, y esos no pueden llevarte toda la vida aprenderlos. Nunca se deja de aprender pero manejar mucha información puede convertirse en un arma de doble filo. En una pesadilla.

A ver, no me mal interpretéis. Uno es colombófilo por naturaleza, por decisión propia, o como en mi caso por generación espontánea. No se requiere nada más, pero los tentáculos de esta afición son alargados. Cualquiera de ellos es una excelente oportunidad para disfrutarla y hacerla más completa. O al menos, subirnos el estado de ánimo cuando vienen mal dadas.

Me viene a la memoria la figura de los derbis. En ellos no compiten ni por asomo todos los colombófilos, pero son maravillosos puntos de encuentro de aficionados a la paloma mensajera. Adolecen de algo esencial en este deporte como es la manifestación de la pericia del colombófilo como preparador, pero son un complemento cuasi perfecto para muchos aficionados en su búsqueda del disfrute de esta genial disciplina más allá de su municipio. He aquí un tentáculo. Hay muchos otros, y en su mayoría necesarios. Cada uno debe buscar el suyo.

Afortunadamente este inhóspito mundo nos ofrece una segunda oportunidad casi siempre. Coincidiendo con la desaparición del entrañable maestro Márquez, hallé mi alma gemela. ¿Qué entiendo por una alma gemela colombófila?

Es aquella persona en la que te ves reflejado. Cuando hay más similitudes que diferencias. Te contagia ilusión cuando te falta. No se trata de competición ni de nada parecido, y si de compartir algo. En este caso, la ilusión por las palomas.

El concepto de alma gemela colombófila es pura invención, pero me aprovecho de esa ficción para tratar de explicaros a que me refiero. No olvidéis que la colombofilia es magia e ilusión. Si la perdemos, dejamos de estar vivos.

Personalmente hallé esa figura en el gallego Nando de la Fuente. Él me transmite esa magia que Carlos lograba hacerme llegar. Todos necesitamos ese tipo de magia. No puedo describirla con palabras pero es absolutamente esencial. No todos tenemos esa capacidad de contagiar a los demás. Carlos era un referente en esas lides. Nando no le va a la zaga sin ningún género de dudas.

Fernando de la Fuente (a la derecha de la imagen) durante el montaje de una de las mesas expositoras en la XLVI Exposición Galega da Pomba Mensaxeira, celebrada en Lugo en enero del 2013.

La colombofilia se vive en casa, uno mismo, pero se complementa con amigos. Sin esa conexión, las fuerzas acaban fallándote. Y yo trato de rodearme de gente a la que considero especial. Hay más, no los cito a todos porque no quiero olvidarme de ninguno. Nombró a Nando como representante de todos ellos en mi caso particular. Todos debemos tener a alguien al lado con el que compartir este deporte.

El propio Carlos me transmitió ese legado, tan sólo una milésima parte de esa esencia. De esa capacidad para contagiar al de al lado. Y yo, en la medida de mis humildes posibilidades, he tratado de usar ese legado, esa valiosa llama con el criterio que se merece. Como muestra de ello, os dejo un pasaje de un email que un colombófilo me envió hace unas semanas:

“…GRACIAS por todo. Me has abierto delante de mí un mundo que me fascina, lleno de sueños y metas por superar que hace que dentro de mí no cese de correr ese gusanito de la curiosidad, de aprender, de innovar, de demostrarme a mí mismo cada mañana al levantarme que he aprendido algo más que debo ponerlo en práctica en mis palomas, y el no poder dormir pensando en ellas. Por todo esto GRACIAS. Creo que siguiendo tus consejos, podré llegar donde me propongo o por lo menos intentarlo. Algo si que me ha quedado muy claro de todo lo que me has dicho, y no es poco, que mi cabeza todavía lo está asimilando. SE DIFERENTE A LOS DEMÁS…”,”…Por intentarlo de mi parte no faltara desde muy joven llevo proponiéndome retos y no ceso hasta conseguirlos, aunque cueste mucho sacrificio, y procuro siempre aprender de los mejores y para mí ahora mismo tú lo eres, y no es peloteo GRACIAS POR TODO. He aprendido más contigo en un par de llamadas que con mucha gente que se las da de enterados perdiendo muchas horas….”

Pues bien, todos necesitamos personas que nos contagien. Nando provoca ese efecto en mí, de igual modo que otros lo producen en él. Es como una cadena humana sin fin. Un círculo de amistad. Y esto también se aprende. A mí me sucede con algunas personas y entre ellas, antes estaba Carlos y ahora Nando. De igual modo que necesitamos más ojos nuevos que miren diferente, necesitamos apoyarnos en aquellas personas que nos irradien magia colombófila.

A continuación y ahondando en la misma idea os relato un breve episodio personal.

Me remonto a 1991. Por aquel entonces me trasladé a Madrid para finalizar mis estudios de bachiller. El ya extinto COU. Allí conviví un año con mis tíos Julio y Gabriela en una urbanización llamada las Mimbreras sita en Majadahonda. Mi tío Julio, el cual falleció antes de tiempo hace ya unos años como consecuencia de una cruel y fulminante enfermedad, era una persona a la que yo adoraba. Alguien con magia al que echo mucho de menos. Mi tío preferido.

Ya adentrados en el fío invierno madrileño de aquel año, recuerdo sábados de madrugada frente al televisor, gin tonic en mano él, cervezas para el que os escribe. Disfrutando de combates de boxeo por la televisión. Debido a la afición que mi tío Julio profesaba por este tipo de deportes, me aficioné un poco a aquello. Igual que a los combates de Sumo. En este último se dice que en ese ritual cuasi hipnótico que se rinden asimismo los luchadores, en ese juego de miradas amenazantes sin decidirse a abalanzarse sobre el oponente. Pues bien, se afirma que en ese juego se gana o se pierde el combate.

En esos eternos segundos, en esas miradas. En ese exótico baile se dilucida el final.

En el boxeo es parecido, en el sentido de que la mirada de ese incipiente joven púgil con apenas varias victorias en su casillero no es la misma que la del veterano. Los ojos del veterano han librado ya muchas batallas. Se les ve cansados, apagados, sin esa vitalidad necesaria para seguir luchando por una victoria más. Es ley de vida.

Con la colombofilia, aunque dentro de la abismal distancia que nos separa con ese tipo de deportes de contacto, sucede algo parecido. En el instante en el que el campeón pierde esa mirada. Se acabó. Ya puede disponer de unas extraordinarias instalaciones y palomas forjadas en décadas de vuelos, que sin esa mirada, sin esa energía nada será igual. Esa mirada, la buena, denota ilusión, sacrificio y ganas por competir. Los triunfos no vienen solos, hay que ir a buscarlos, y para ello la ilusión se me antoja fundamental.

¿Cuántos colombófilos que llevan media vida en esto que en su día despuntaron en sus respectivos clubs, hoy se arrastran en el final de las clasificaciones? Creo que la respuesta sería: Muchos. Les falta la ilusión que un día tuvieron. Ya no atesoran esa mirada necesaria para ganar. Falta la ilusión por competir. Esa energía que es denominador común en todos aquellos benditos locos que deciden dar sus primeros pasos colombófilos entre nosotros. Nuevamente vuelvo a mandar el mismo mensaje. No perdamos esa mirada.

Pablo Suárez Revuelta. www.elrincondepablo.com


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 El círculo de la amistad

La Ilusión del que comienza a andar

Como narrador de historias, me defino como alguien que escribe fruto de su propia inspiración. A impulsos diría yo. No me distingo por ser un escritor de encargos. Pues bien hace unos días surgió, casi sin tiempo, la posibilidad de colaborar con esta nueva plataforma colombófila. Acepté. El tiempo corría en mi contra y me pregunté para mis adentros, buscando una sincera respuesta, sobre que podía escribir.

En lo referente a la colombofilia siempre hay cientos de temas que brotan a mí alrededor casi a diario, pero en esta ocasión el pozo de la inspiración no anda boyante, más bien sufre una incipiente sequía. Padezco el síndrome del escritor en crisis. Mal presagio para el que pretende escribir un libro.

Durante el último lustro he escrito de casi todo, pero me parecía adecuado dirigir estos párrafos, en esta mi primera colaboración, al colombófilo que comienza a andar. Todos comenzamos, de una forma más o menos consciente, en alguna ocasión.

Me recuerdo a mí mismo en el verano de 1986 durante las primeras semanas del mes de Junio, siendo un adolescente recién llegado a este mundo. Leyendo en una tumbona de un parador situado muy cerca del mar en las proximidades del Aeropuerto de Fuerteventura. Con el sol casi cegando mis ojos, mi atención recaía en un viejo manuscrito que me absorbía por completo. Su título: “101 métodos en colombofilia” de Jules Gállez.

Aquél libro me embrujó. Hoy recuerdo con cariño aquellos días. La ilusión con la que releía cada una de sus manchadas páginas, garabateadas hasta el infinito. Que si la madera vieja, que si la miel y el limón. Todo me parecía maravilloso. Aquellos campeones, sus resultados y sus palomas. Mi imaginación tomo todo tipo de rumbos, y a todos ellos los echo de menos.

El que comienza posee, sin distinción de edad, un punto sincero e ilusionante en su mirada, que luego va pereciendo progresivamente con el tiempo. Sucede con todo en la vida. Echo de menos esa mirada sincera sin prejuicios, sin egoísmos, sin envidia. La mía y la de los que me rodean.

Por aquel entonces toda mi ilusión se centraba en capturar palomas los fines de semana en los puertos y urbanizaciones. Palomas que en su particular lucha por la vida y la muerte se posaban exhaustas a beber, comer, descansar o lo que fuera menester. Sólo seguía a los que me habían enseñado. Un lazo, millo y agua. Era todo un arte adolescente. Como aprendiz me costó semanas sino meses atrapar mi primera paloma. Una hembra pinta de 1983. Luego vino un macho pardo de 1.984, y así tuve mi primera pareja. Meses después presencié entre mis manos el nacimiento de mi primer pichón. Aún conservo fotografías de aquel precioso animal. Ellos fueron los primeros de muchos. Con el tiempo, el juego consistió en criar con ellas y realizar sueltas entre amigos. Con cronómetro por supuesto. Y ya en aquellos maravillosos años se me daba bien el tema de ganar, aunque dicho sea de paso no entendía muy bien en que consistía el juego. Los libros fueron revelándome página a página los maravillosos secretos que aquel escondía.

Pasó el tiempo y llegó mi particular sequía colombófila. En mi cabeza seguían volando palomas, pero poco más.

Casi 20 años después volví a comenzar. De nuevo en una isla y de nuevo brotaba en mis ojos esa mirada sincera que desbordaba pasión en cada uno de sus pestañeos. Esa misma mirada que hoy en día observo en los que comienzan y que yo ya no poseo. Les rogaría que no la perdieran, pero sé con certeza que es una metamorfosis natural entre casi todos nosotros.

En este segundo comienzo, ya más maduro, aprendí los entresijos de esta afición. Este maravilloso deporte en el que irónicamente los que pierden lo bautizan como hobby, y los que ganan como su segunda familia y en el que la culpa siempre es del soltador.

Fue esta etapa, una fase de desbordante ilusión y de muchas decepciones. Primero con las palomas. Más tarde en el tiempo con las personas. Finalmente el trabajo, el conocimiento, las ganas por aprender dieron sus frutos y la colombofilia que por momentos me pareció ilógica y frustrante se presentó ante mis ojos con todo su esplendor. Y fue aquí donde disfruté como un auténtico enano. Un niño hecho adulto. El enjaule, la noche previa a una gran suelta. Los nervios para conciliar el sueño. Lo apretado de un campeonato. Mi primera paloma de gran fondo, mi primer premio en una suelta. Fueron muchas cosas y buenas las que en este periodo viví en primera persona. También las hubo malas, pero la gran capacidad del ser humano para olvidarlas me impide recordarlas con claridad. Aunque sé que las hubo.

Y algo he aprendido estos años es que la colombofilia se debe vivir con la máxima pasión e ilusión posible. No todos somos iguales. Es indudable que formamos una fauna de lo más variopinta, pero a todos nos une un sentimiento muy fuerte por estos extraordinarios animales y las gestas que realizan. Disfrutemos de la colombofilia, no la dejemos morir y contagiémonos del que comienza a andar. ¡Volvámonos a enamorar de este mágico deporte!.

Pablo Suárez Revuelta. www.elrincondepablo.com


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La Ilusión del que comienza a andar

Palomas contra la droga

Hacía sólo un instante que terminé de hablar con mi amigo José Marín, un monstruo sagrado de la colombofilia, y estaba anotando en mi bloc de notas la última máxima que me había dicho, “Si soy exigente conmigo, ¿cómo no voy a serlo con mis palomas? Para conseguir algo hay que esforzarse” añadió.

Algo sencillo de entender, pero que a mí personalmente me tenía hecho un lío, porque días antes, también por teléfono, mi amigo José Pereiro, otro colombófilo de mérito, me decía desde Galicia todo lo contrario, “Antonio, mira, con las palomas tienes que ser como con las personas, comprensivo”.

Y en esa encrucijada estaba, ¿cómo conseguir ser comprensivo y exigente?

En una situación así, ¿qué diría mi amigo y mejor colombófilo Jaime Solé? Seguramente su actitud pausada me tranquilizaría. Pero de momento, ahí estaba yo pensando en los enigmas del futuro de estas admirables aves de altos y largos vuelos, cuando llamaron a la puerta. Eran dos mujeres, de una de ellas su cara me era lejanamente familiar.

– Ustedes dirán.

La que me resultaba familiar fue la que respondió.

– Buenas tardes maestro, vengo a darle las gracias por la pareja de palomas mensajeras que me regaló para mi hijo. Precisamente aquí mi amiga no lo entendía.

-¡Que no lo entendía! ¿Qué no entendía?

– Pues mire usted señor maestro, no entendía que le hiciera un pequeño palomar a mi hijo en la terraza y que las palomas me mancharan a veces la ropa lavada tendida a secar.

– Perdone señora, le agradecería que no me llame maestro, porque cuando no estoy en el colegio, no ejerzo. Por favor, llámeme, sencillamente, Antonio. Y perdone, pero no entiendo que venga a darme las gracias porque las palomas descendientes de las que le di, hagan sus necesidades sobre su ropa tendida. Ahora viene la broma, ¿verdad?

– No señor maestr… Antonio, usted no se da cuenta pero sigue siendo maestro y le doy sinceramente las gracias por las palomas que regaló a mi hijo. Ahora hace un año que vine con él, entonces el chico estaba en el ambiente de la droga y gracias a las palomas que le regaló y a las pacientes explicaciones de toda aquella tarde, ya no tengo que preocuparme ¿dónde estará mi hijo? Desde entonces en su tiempo libre sé a qué está en el palomar, y no olvidaré nunca una frase que usted le dijo, mientras desinteresadamente le explicaba, “y sobre todo, tienes que ser paciente, lo bueno requiere tiempo, pero merece la pena. Nos trae ratos de felicidad. Exígete constancia, lo positivo la necesita”.

Aquella señora, sin esperármelo, se acercó a mí y me dio un beso.

– Gracias, siempre le estaré agradecida a usted y a las palomas mensajeras.

Antonio Rodríguez Parra – 2003.

Esta breve narración era uno de los capítulos del primer número de la revista de colombofilia “Volando alto” que pretendía tomar forma en el año 2003. Antonio tenía experiencia editorial, con varios libros de narraciones cortas en las librerías. Este primer número no llegó a editarse porque Antonio, su alma mater, fue víctima de un desgraciado accidente de tráfico poco antes de acabar la primavera del 2003. Se imprimieron una veintena de números para repartir entre los amigos, y años más tarde, Félix Martín Vilches hizo otra tirada para los compañeros del “Arroyo de la Miel”, el club donde había competido Antonio.

Quisimos traer este fragmento de “Volando alto” precisamente a este primer número de “En forma” como una manera de honrar el trabajo y el tesón de aquellos amigos unidos por las palomas.

Más información:

http://thepigeonsite.com/colombofilia/experiencias/123-asi-nacio-volandoalto

http://thepigeonsite.com/colombofilia/experiencias/119-10-anos-volandoalto


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 Palomas contra la droga

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