Palomas contra la droga

Hacía sólo un instante que terminé de hablar con mi amigo José Marín, un monstruo sagrado de la colombofilia, y estaba anotando en mi bloc de notas la última máxima que me había dicho, “Si soy exigente conmigo, ¿cómo no voy a serlo con mis palomas? Para conseguir algo hay que esforzarse” añadió.

Algo sencillo de entender, pero que a mí personalmente me tenía hecho un lío, porque días antes, también por teléfono, mi amigo José Pereiro, otro colombófilo de mérito, me decía desde Galicia todo lo contrario, “Antonio, mira, con las palomas tienes que ser como con las personas, comprensivo”.

Y en esa encrucijada estaba, ¿cómo conseguir ser comprensivo y exigente?

En una situación así, ¿qué diría mi amigo y mejor colombófilo Jaime Solé? Seguramente su actitud pausada me tranquilizaría. Pero de momento, ahí estaba yo pensando en los enigmas del futuro de estas admirables aves de altos y largos vuelos, cuando llamaron a la puerta. Eran dos mujeres, de una de ellas su cara me era lejanamente familiar.

– Ustedes dirán.

La que me resultaba familiar fue la que respondió.

– Buenas tardes maestro, vengo a darle las gracias por la pareja de palomas mensajeras que me regaló para mi hijo. Precisamente aquí mi amiga no lo entendía.

-¡Que no lo entendía! ¿Qué no entendía?

– Pues mire usted señor maestro, no entendía que le hiciera un pequeño palomar a mi hijo en la terraza y que las palomas me mancharan a veces la ropa lavada tendida a secar.

– Perdone señora, le agradecería que no me llame maestro, porque cuando no estoy en el colegio, no ejerzo. Por favor, llámeme, sencillamente, Antonio. Y perdone, pero no entiendo que venga a darme las gracias porque las palomas descendientes de las que le di, hagan sus necesidades sobre su ropa tendida. Ahora viene la broma, ¿verdad?

– No señor maestr… Antonio, usted no se da cuenta pero sigue siendo maestro y le doy sinceramente las gracias por las palomas que regaló a mi hijo. Ahora hace un año que vine con él, entonces el chico estaba en el ambiente de la droga y gracias a las palomas que le regaló y a las pacientes explicaciones de toda aquella tarde, ya no tengo que preocuparme ¿dónde estará mi hijo? Desde entonces en su tiempo libre sé a qué está en el palomar, y no olvidaré nunca una frase que usted le dijo, mientras desinteresadamente le explicaba, “y sobre todo, tienes que ser paciente, lo bueno requiere tiempo, pero merece la pena. Nos trae ratos de felicidad. Exígete constancia, lo positivo la necesita”.

Aquella señora, sin esperármelo, se acercó a mí y me dio un beso.

– Gracias, siempre le estaré agradecida a usted y a las palomas mensajeras.

Antonio Rodríguez Parra – 2003.

Esta breve narración era uno de los capítulos del primer número de la revista de colombofilia “Volando alto” que pretendía tomar forma en el año 2003. Antonio tenía experiencia editorial, con varios libros de narraciones cortas en las librerías. Este primer número no llegó a editarse porque Antonio, su alma mater, fue víctima de un desgraciado accidente de tráfico poco antes de acabar la primavera del 2003. Se imprimieron una veintena de números para repartir entre los amigos, y años más tarde, Félix Martín Vilches hizo otra tirada para los compañeros del “Arroyo de la Miel”, el club donde había competido Antonio.

Quisimos traer este fragmento de “Volando alto” precisamente a este primer número de “En forma” como una manera de honrar el trabajo y el tesón de aquellos amigos unidos por las palomas.

Más información:

http://thepigeonsite.com/colombofilia/experiencias/123-asi-nacio-volandoalto

http://thepigeonsite.com/colombofilia/experiencias/119-10-anos-volandoalto


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